viernes, 7 de marzo de 2008

Me muero, qué dirán


Confieso que, desde mediados del año anterior, casi nunca veo los noticieros nacionales, casi no leo diarios y casi no escucho noticias en la radio, salvo algunas entrevistas en la Luna y Visión, no por desinterés sino por mera bronca. Me colmó el sesgo informativo del que, ingenuamente, pensaba que estaban menos contagiados los medios ecuatorianos. Sesgo que explotó desde la campaña electoral en contra de Rafael Correa y que sigue durante su gobierno.

Ahora, tras algunas manos a la cabeza, varios episodios de indignación y dos que tres malas sangres, empiezo a sospechar que lo que marca el discurso de muchos periodistas, independientemente de la orientación que les dictan sus patrones, es la ingenuidad, real o fingida. Por ejemplo cuando se toman seriamente los berrinches y acusaciones de Nebot, Alvarito, Lucio y demás, o cuando le dan el carácter de palabra santa a los editoriales e informaciones de la CNN, el Miami Herald o El País de España, burdos bastiones de la derecha multinacional que se visten de defensores de la democracia (concepto demasiado amplio y discutible) y se adueñan de otros conceptos borrosos como libertad, independencia, veracidad, imparcialidad y objetividad.

Por eso no me sorprende la “ingenuidad” de nuestros criollos periodistas al creerse todo lo que leen en internet (desde el mencionado El País hasta las mediocres notas de Yahoo! Telemundo, que desvían la atención de la última masacre del gobierno colombiano en nuestra amazonía a la crónica de un berrinche de Ecuador y Venezuela), y escandalizarse por la supuesta mala imagen del Ecuador en los “importantes medios internacionales”. Los pobres se lamentan, se arrancan los pelos, hacen pucheros y patalean por la mala cara que dizque nos hacen, se pasan “seco y volteado” la versión del gobierno colombiano— a través de Caracol Noticias— de las supuesta vinculación de Larrea (alias Juan) y Correa ¿alias Pérez? con las FARC, sin aceptar más prueba que unos documentos que los puede haber escrito cualquier milico en el viaje desde nuestra selva hasta Bogotá, y eso en caso de que la computadora de Raúl Reyes efectivamente sobreviviera al bombardeo (En el colmo de la ingenuidad Martín Pallares, entrevistado por Diego Oquendo, hasta alaba la buena relación del ejército colombiano con la prensa al punto de que, a pocas horas de la masacre, ya tienen en sus manos los documentos acusadores), y parecen estar convencidos de que Álvaro Uribe es un caballero solo porque usa terno, corbata y banda presidencial.

Por eso no queda más que reírse cuando, profundamente preocupados, se preguntan por qué Correa no conversa con Uribe, por qué le tacha de embustero, por qué, por último, está tan cabreado. Bueno, ¿ustedes conversarían, negociarían o confiarían en alguien que pasa de una versión a otra, de una posición a otra en cuestión de segundos? ¿Alguien que les miente descaradamente y, si no le creen, les saca acusaciones para distraer la atención?

Creerle de nuevo a semejante sujeto, ¿no sería un poco ingenuo?

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