martes, 27 de mayo de 2008

La Inqui5ici0n Dig1tal


En la película “Gracias por fumar”, el Senador Ortolan Finistirre, principal perseguidor de los fumadores y las empresas del tabaco, sale mal parado cuando trata de acorralar al vocero de éstas, Nick Naylor, quien finalmente limpia su nombre y sale airoso, como debe suceder con todo héroe de película gringa que se precie. Perdida la batalla, el Senador acude a una entrevista donde da a conocer su nueva estrategia: “poner al día a las películas antiguas” removiendo los cigarrillos que aparecen en ellas. Así, cuando vemos la trasgresora imagen de Marlene Dietrich usando un esmoquin con sombrero de copa, en lugar de sostener un cigarrillo en su mano, tendrá una jarra de café con una carita feliz.

Siendo una comedia, me pareció un recurso interesante que daba cuenta del carácter histérico del Senador, quien no duda en arruinar obras clásicas del cine para alcanzar sus fines, como una especie de legado para las futuras generaciones. Al ser cuestionado sobre si esto no sería una manera de alterar la historia, responde que mas bien están mejorando la historia. Divertido. Por eso no pude evitar que se me vaya la quijada al piso y la bilis al techo cuando me enteré de que realmente existen empresas dedicadas a mutilar películas, y no solo antiguas, por medios digitales. Al parecer, si a cualquier grupo moralista o radical le ofende un desnudo, un vaso de whisky, una gota de sangre, una gorda caminando al fondo del cuadro, puede encargar a una de estas empresas que remueva la imagen pecadora y la reemplace con algo agradable a los ojos del señor… que paga por tal cirugía. Al parecer, las leyes gringas permiten este tipo de alteraciones pues no solo sirven para salvar almas sino que, por este medio, uno puede apropiarse de cierta porción de los derechos de autor de estas obras. Imagínense: si tomamos Titanic y reemplazamos digitalmente a Di Caprio con el Cholito y a Kate Winslet con Flor María, los derechos de distribución en Ecuador nos harían millonarios, al menos hasta que la piratería se apodere de una copia.

Ya sea por intereses económicos, religiosos, políticos o de salud, me parece que estamos ante el renacimiento de cierto espíritu de inquisición, en el que unos cuantos iluminados deciden por nosotros qué es lo que nos conviene, qué debemos ver y qué merece ser desechado, qué cosas son correctas y cuáles son impuras y por tanto dignas de desaparición, igualito que la quema de libros nazi o la quema de discos de los Beatles, ambas promovidas por gente demasiado susceptible a la diversidad, partidarios del fuego purificador que garantiza la uniformidad y la obediencia ciega.

Si bien el doblaje de películas es ya un tipo de alteración, a veces insoportable como el doblaje español, por lo menos teníamos el consuelo de que se respetaba en lo posible el texto y que podíamos disfrutar en buena parte de la obra original. Ahora corremos el riesgo de ver algo totalmente distinto a lo que nos quiso proponer el director, principal responsable de la obra cinematográfica, gracias a la “creatividad” de productores, marketineros, censores y programadores, Tribunal del Santo Oficio en clave digital. Sé que esto tampoco es novedad, los dueños de la bondad y la belleza abundan, lo que me asusta es que, en pocos años, me vaya a encontrar en la tele una escena en la que Luke Skywalker le corta la mano a Darth Vader usando solo un baguette. Diosmelibre.

martes, 20 de mayo de 2008

Benditos vicios

Fulano tiene problemas con el alcohol. Sutano no puede parar de fumar. Mengano perdió a su mujer por andar apostando. Casos verdaderos posiblemente, pero en cierto momento perdemos el norte y afilamos las armas en contra del vicio, esa cosa tan fea que pervierte a nuestra sociedad, que arruina la vida y la salud de nuestro cuerpo. Nos olvidamos que el cuerpo lo administramos nosotros, no los publicistas de Pilsener ni los ejecutivos de Tanasa, nosotros somos quienes elegimos qué comemos, qué bebemos, con quién andamos.

Una vez más, boniticos nosotros, preferimos hacerle el quite a nuestro papel en esta ecuación de los vicios y echarle la culpa únicamente a la botella contenedora del líquido degenerador y al cilíndrico envoltorio del tabaco. Después de todo, son otros objetos como cualquiera en nuestra sociedad de consumo, no pueden saltar afuera del basurero o renacer de las cenizas para recordarnos que nosotros los fuimos a buscar, no ellos a nosotros. Quien asume su defensa son sus fabricantes, por lo que son calificados de monstruos inescrupulosos que se enriquecen a costa de la salud de millones de personas. Que yo sepa, ningún fabricante ha obligado a nadie a consumir sus productos. Somos nosotros solitos, influenciados por la publicidad, por el glamour o la presión social, quienes aceptamos –o no– utilizar tal o cual sustancia, así como compramos determinada marca de shampoo o de tallarines por recomendación de un amigo. Es lo mismo, la diferencia está en las consecuencias que el consumo nos trae. Porque no estoy negando el riesgo que trae el fumar, la cantidad de químicos en el cigarrillo bastarían para armar una bomba casera (espero que ningún chino de la Central esté leyendo esto), y es verdad que el consumo indiscriminado de alcohol nos dejará el hígado más tieso que suela de zapato, pero finalmente quien enciende el tabaquito abrigador o abre la botellita salvadora para amenizar el asunto previo sacarle los diablos, es uno mismo. Nadie más que uno.

Por mal que me caigan las corporaciones, tengo que admitir que no hay ningún funcionario de la Phillip Morris detrás de mí y obligándome a comprar una cajetilla, los de Licoresa nunca me chantajearon para que compre Trópico seco. Yo elegí consumirlos, a sabiendas de los riesgos que puede traer a mi salud, calculando los pro y los contras como cualquier comprador informado. Y los he disfrutado mucho. No siento que deba disculparme, al contrario, pienso que es muy saludable tener un par de vicios; después de todo, y citando a Aldous Huxley, una civilización no puede ser duradera sin contar con una razonable cantidad de vicios agradables. Quizás hace algunos años, cuando las cajetillas y botellas no tenían una advertencia impresa, era necesario reclamar a los fabricantes de estos queridos productos sobre el peligro de su abuso. Pero actualmente, con la cantidad de campañas, avisos, fotos y videos de moribundos que circulan alrededor del mundo, el que después venga a decir que no sabía que estas vainas son riesgosas me perdona pero tiene bien merecido su enfisema. El vinito cómplice y el tabaquito seductor no tiene vida propia para introducirse sin nuestro consentimiento, así que no nos hagamos las vírgenes ofendidas. Que yo, desmemoriado profesional, pueda recordar una cita tan larga de Huxley prueba, de paso, que no se mueren tantas neuronas después de un chupe.

¡Brindemos por eso, SALUD!

Tour de Fuejo JPs 2008

Esta tarde nos reuniremos con unos amigos a almorzar en un cabaret (si, en un cabaret que tiene almuerzos y abren a medio día) para planificar la despedida de soltero de uno de nosotros. Por supuesto, es una reunión de trabajo y no de living la vida loca, eso lo estamos dejando para la despedida propiamente dicha, por ahora solo nos interesa ir entrando en ambiente y afinar detalles para hacer inolvidable ese momento crucial en la vida de todo macho tercermundista.

La última despedida que tuvimos fue un fracaso, una veintena de hombres en edad de merecer, encerrados en una casa sin más que hacer que jugar a los naipes y beber cerveza, ojo no reniego de las bielitas, solo que ese es un plan de cualquier viernes y no está a la altura de la última cena de un condenado. Esa noche me preguntaba si la despedida de las chicas estaría tan noria como la nuestra, nunca lo sabremos, porque el papel de ellas es negarlo todo y con eso nos tienen jodidos. A la hora de la hora, las novias siempre resultan más librepensadoras y proactivas que uno. Quien sabe, tal vez si tuvieron algo de acción esa noche, mínimo uno de esos tipos feos pero musculosos meneándose en calzoncillos frente a una jauría de locas embriagadas por la idea de que sus parejas lo hacen todo el tiempo y que se merecen esa pequeña venganza. Nosotros mientras tanto jugando cartas y comiendo doritos… donde se ha visto.

Esta vez no queremos que nada salga mal, ahora contamos con un Comité Pro Despedida de Soltero de JP, se han barajado varias propuestas, la más sólida es la de hacer un Tour de Fuego, que en cristiano es hacer un recorrido por el circuito erótico nacional: Santo Domingo, Quevedo, Chone. Con esto, el occiso es decir el novio, quedará agradecido con nosotros para toda la vida, además que sentaremos un precedente digno de ser emulado en el futuro, quien sabe me beneficie a mi mismo.

Como no queremos dejar todo al azar esta tarde haremos los presupuestos pertinentes, que si vamos en un carro o dos, que cuanto por cabeza, de quienes serán los convidados, que si chone o esmeraldas, etc., de cualquier manera, esta vez no nos va ha pasar lo que antes.

A muchos y sobretodo a muchas les parece cosa burda las despedidas de soltero, pero más que una tradición, es un derecho bien ganado, un pago justo por la entrega simbólica de algo que para todo hombre cuesta más que un anillo de diamantes: la fidelidad… Claro, es una entrega simbólica.

Francisco Barreto

miércoles, 14 de mayo de 2008

Casi caballo

No me importa si se mueren las ballenas en Tasmania, ni si se aprueban los matrimonios gay, o si las corridas de toros son éticas. ¿Por que tendría que importarme si no soy ballena, ni gay, ni toro, que le voy a hacer. No me interesa el terrorismo, ni las izquierdas ni las derechas, o si debe ser legal la eutanasia. Por qué tendría que interesarme, si tengo suficiente con lo mío y lo mío es más simple que todo eso.

Si, soy básico, casi animal, -me gusta-. Disfruto de no pensar mucho, y evito saber lo que no necesito saber. Seamos sinceros, no tiene sentido, finalmente, algo más fuerte que usted y que yo, buscará el equilibrio. Y no me refiero a Greenpeace, ni a Bush, ni a Dios, simplemente es así. Sobrevivirá lo que tenga que sobrevivir y lo que no, se eliminará.

No necesito de ciencia para vivir, doy un paso a la vez, sin atormentarme con futuros lejanos, haciendo lo que mi código interno dice, se llama instinto, funciona bastante bien, y le aseguro que Steve Jobs, no tuvo nada que ver. Soy feliz con lo que tengo, y con lo que no tengo, porque es más fácil. Si llueve está bien, si hay sol, también, si hay guerra está bien y si el mundo no marcha como muchos quisieran, pues, también está bien.

Si acaso no lo entiende, lo voy a hacer más gráfico, talvez algún día se anima a probar. Este modo de vivir podría compararse con el de un caballo salvaje: Cumplo mi función dentro de la manada, nadie me obliga, la manada vela por mí sin que yo lo imponga, protejo a mis crías porque así lo siento, el olfato me dice con quien aparearme y con quien no, y no lo cuestiono.

Si el universo no tardó un segundo en formarse y probablemente tarde lo mismo en desaparecer, no voy a desperdiciar mi única vida complicándola.
¿Cree usted que Bin Laden, la guerrilla en Colombia, el calentamiento global, o el FMI, son problemas para un caballo? ¿No? Pues míos tampoco.


Samuel Riel

martes, 13 de mayo de 2008

diestras y siniestras

Últimamente está muy de moda hablar de izquierdas y derechas, probablemente se deba a que hoy, como nunca en nuestro país, sectores identificados como de izquierda han pasado de la barricada al poder y los de derecha de pronto son una minoría con poca capacidad de maniobra, al menos en la asamblea nacional constituyente donde le resulta muy complicado marcar el ritmo del baile, quizás solo entorpecerlo un poco.

Aunque son términos ampliamente utilizados no todos tienen claro que involucra concretamente el pensamiento de izquierda o de derecha, quizás porque tratamos de entenderlos como algo estático y definido cuando es algo cambiante de acuerdo a los contextos espaciales y temporales.

La idea surge por primera vez en 1792 cuando se instala la Asamblea Constituyente producto de la revolución francesa. Los constituyentes estaban divididos en dos bandos ideológicamente opuestos, a la derecha de la presidencia se agruparon los llamados de la Gironda que propugnaban el retorno a la legalidad y al orden monárquico y a la izquierda se situaron los de la Montaña que creían en la revolución de las estructuras para instaurar (incluso a la fuerza) un estado basado en la libertad, fraternidad e igualdad, en el centro, se mantuvo un grupo indefinido al que se llamó el Llano o la Marisma.

La propuesta de igualdad buscaba allanar en lo posible las jerarquías y las injusticias de una sociedad de marcadas diferencias de clase esto evolucionó a la propuesta marxista, que más tarde sería retomada e interpretada por la revolución soviética y esta es la imagen que la mayoría tiene de la izquierda.

En América, las oposiciones entre realistas e independentistas republicanos durante las guerras de independencia y más tarde entre conservadores y liberales durante la revolución liberal, también pueden ser catalogados como derecha e izquierda respectivamente. Siendo constantes, para la derecha la defensa del Status Quo, sus estructuras y jerarquías y para la izquierda la revolución de esas estructuras.

Por la naturaleza cambiante de los escenarios políticos ha sucedido que algunas ideas migren con el tiempo al lado opuesto. El liberalismo que era la izquierda de finales del siglo XIX es usado para nombrar ideas de la derecha del siglo XX, o la actitud antirreligiosa del socialismo marxista comparte espacios en la misma izquierda con la teología de la liberación.

Hoy por hoy, las diferencias más importantes entre derecha e izquierda giran alrededor del tamaño del estado. Para los primeros, el estado debe reducirse y ceder espacio para que muchas tareas públicas sean manejadas por empresas privadas. Esta tesis se fundamenta en el mito de que el estado es un administrador ineficiente y corrupto. Lo falaz de esta afirmación está en que aunque es verdad que sobran los ejemplos de ineficiencia y corrupción estatal también los hay en la empresa privada, por tanto, no se puede decir que es más seguro apostar por una u otra gestión por el simple hecho de ser privados o estatales. Además hay que reconocer que también existen muchos ejemplos de gestiones estatales exitosas que logran altos niveles de eficiencia y rentabilidad, en este caso los beneficios son dobles, por un lado la satisfacción del usuario del servicio público y por otro lado las ganancias que van al estado le dan mayor capacidad para servir de otras maneras al mismo usuario o ciudadano.

La izquierda por su lado, le apuesta a la gestión estatal, bajo la premisa de que la motivación principal del estado no es la plusvalía sino el servicio a la sociedad de la cual es responsable. Es decir, no se invierte en salud porque sea buen negocio sino por ser un derecho que garantiza el estado. Es comprensible que las empresas privadas busquen reducir sus costos para incrementar sus ganancias, pero no se puede aplicar este criterio a algunos servicios básicos, porque el reducir los costos puede resultar en servicios incompletos e injustos.

Sin embargo, para que el estado garantice los servicios básicos como educación, salud, vivienda, trabajo, etc., como propone la izquierda, se requiere una gran inversión social y por lo tanto mayor carga impositiva a sus contribuyentes lo cual molesta a la mayoría de la población, incomodidad que es aprovechada por la derecha.

Sin embargo cabe analizar que todo estado tiene un mínimo de socialismo en su seno, es decir, la delegación de velar por los intereses de toda su población, de proveer ciertos niveles mínimos de justicia, salud, educación, vialidad, etc., de forma gratuita e indiscriminada y que es financiada por los impuestos y por la producción de empresas estatales. Estas delegaciones se han ido haciendo paso a paso y con el tiempo se vuelven obvias, por ejemplo en Europa ni la izquierda ni la derecha discute que la salud a todo nivel y sin restricciones debe ser gratuita. Allí no se objeta el papel solidario de los impuestos ni de los subsidios, en estos casos sonaría ridículo ese cuento de que no hay que regalar el pescado sino enseñar a pescarlo.

Continuará…

lunes, 12 de mayo de 2008

Gotitas de optimismo


Ante algunos comentarios acerca de mi creciente amargura, le ofrecí al consejo editorial de este blog emprender un tema más optimista, o más bien, enfrentar el tema como lo haría Bob Esponja y no como Calamardo.

Y una vez puesta la condición vino la dificultad, porque descubrí entonces que, en realidad, no es que esté amargado sino que SOY un amargado. Amargado vocacional, cabe aclarar, pues la vida no me ha tratado tan mal como para estar echando azufre por los poros cuando todavía estoy en edad de merecer. Pero me estoy desviando del tema, el cual aún no defino, por lo que quise empezar a llenar espacio con esta pequeña reflexión autoafirmativa. Así que me puse a ver sobre qué evento especial o maravilloso puedo escribir que saque lo mejor y más alegre de mí, y lo primero que me vino a la mente fue, ofcors, el día de la madre, pero sucede que mi mamá vive fuera del país así que no podía celebrarle, igual su computadora está llena de virus y no iba a poder leer el sencillo pero tierno homenaje que hubiera podido escribirle. Mi mamá tiene una PC, o lo que es lo mismo, tiene una compu llena de virus, encima que no se demoran nada en colgarse y son estéticamente atroces, por decir lo menos.

Pero como no quiero sonar amargado, mejor busqué otro tema. Pensé entonces en la interesante coyuntura política que vive nuestro país y la mayoría de América Latina, con el triunfo del cura Lugo en Paraguay y lo guapa que está Cristina Fernández. Ahí sí que hay mucha tela que cortar, por ejemplo puedo hablar de los artículos que está aprobando la Asamblea, que está tocando temas postergados hace tiempo y está buscando repartir un poco mejor las cartas; o sobre el plan vial que invertirá millones para construir puentes a lo largo y ancho del país, reconstruir carreteras y ampliar otras. Después abrí El Comercio y me acordé del continuo ataque de los medios de comunicación al proyecto de Correa y Alianza País y ya me iba a sulfurar… pero para hablar de la coyuntura política mejor le cedo espacio al Andrés Chiliquinga, que hasta su propio movimiento político tiene. A mí ni me invitó a unirme, pero de gana vamos a hablar de cosas feas.

Después de mucho bregar y luchar contra mi consuetudinaria amargura, encontré finalmente algo bueno qué decir, algo sobre una gran película que vi recién: Persépolis. Es la historia de una niña iraní que narra cómo la historia del país afecta a su familia y a todo su entorno, pero no solo eso. Usando casi exclusivamente el blanco y negro, se da el lujo de hablar de religión, infancia, dolor, familia y crecimiento, con un estilo super sencillo pero elegantoso. Aparte del humor, los agudos comentarios de Marjane, la protagonista (que de paso se ha sabido llamar como la autora del cómic original, Marjane Satrapi), hacen que la guambra nos caiga bien apenas abre la boca, y no se diga la energía y convencimiento que pone tanto para convertirse en profeta igual que para perseguir a un supuesto enemigo en bicicleta. En el fondo, más allá de la reflexión política, vemos pasar los trajines de una vida como muchas, con todo lo bueno y lo malo que puede tener, con la diversión, la bronca, la negación y la soledad pero también con el calor de familia, con el sentido de pertenecer a algún lugar y el cable a tierra que significa el darse cuenta que todo vale la pena vivirse. Ya empecé a sonar a libro de autoayuda así que mejor me autocensuro, no vaya a ser que se me pase la acidez y eso sí me daría mucha pena.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Mi abuela y los judíos



Después de dos noches en el Momos, un hostalito en el centro de Tel Aviv, ya tenía los prejuicios suficientes, como para pensarlo dos veces antes de entablar amistad con cualquier judío. Según me habían informado, el respeto a la Ley de Dios en ese país estaba hasta en la sopa. Tanto así, que todo se clasificaba en puro e impuro. Es decir era casi como oír hablar de mi abuela con sus discursos del pecado, que muy a pesar mío no lograba eliminar de mi conciencia desde la infancia. Así que cuando recibí una llamada desconocida que en un español con acento hebreo, me invitaba a tomar café, la rechacé sin siquiera darme la molestia de ser cortés.

Luego me enteré que se trataba de un tipo muy agradable, amigo del dueño del hostal, que nos ayudó como intérprete al momento de registrarnos. Pero el asunto no quedó ahí, tuvimos que recurrir a él varias veces por las dificultades del idioma, y él siempre tan dispuesto y cordial, que llegué a sentirme incómoda. Una tarde, me anunciaron otra llamada en el recibidor, la misma voz y la misma invitación. Volví a rechazarlo, pero al menos esta vez di una excusa razonable y agradecí la gentileza, admito que esperé que insistiera, pero no lo hizo.

Al día siguiente, mis amigos y yo tomábamos una cerveza en un bar de la playa, cuando lo vi dando un paseo en bicicleta y detenerse en una heladería de en frente, al mismo tiempo, un niño como de seis años también en bici, compró un helado. Observé como los dos iniciaron conversación y al poco rato estaban riendo a carcajadas, hasta que vino un señor alto que parecía ser el papá del chico y se lo llevó de mal humor. Eso fue suficiente para que yo bajara la guardia y buscara la oportunidad de que me volviera a invitar. Fue inútil, entonces descubrí que los judíos también son dignos, así que terminé invitándole yo.

Un café turkish con baklava una mañana, cerca del muelle de Yaffo, y otro espresso en las terrazas del Opera Tower después de comer spaghetti una noche, fueron suficientes para concluir que mi abuela y los judíos no se parecían tanto como pensaba. Pero aún quedaba más por descubrir.

La invitación al tercer café llegó, e incluía cena y otras cosas en su departamento. Y como ya dije, eso de los pecados yo lo tenía bien claro todo el tiempo. Así que haciendo caso a la infalible voz de mi abuela, dije un “no gracias, hasta ahí nomás, yo ya me tengo que ir”. Y en efecto me fui, para Bersheva, venciendo las tentaciones de la carne. Pero me quedé pensando y pensando, en las monjitas de mi escuela, en el catecismo, en el libro de cantos Ritmos del Pueblo de Dios, y por supuesto en mi abuelita y los famosos judíos y en especial en uno no tan famoso que gustaba del café y los helados.

Dejé a mis amigos en Bersheva y regresé sola a Tel Aviv, con una sensación confusa en mi pecho, en el estómago, y un poco más abajo. Me volví a hospedar en el Momos. Ni una cara conocida, nadie que me ayude con el idioma, y, con el teléfono tan a la mano. Hice la llamada que mi abuela decía no debía hacer, y esa misma noche un taxi me condujo a un departamento donde me esperaba ese tercer café. Fue una buena decisión, -uno de los mejores que he probado-.Los discursos de mi abuelita y los mitos sobre los judíos, se iban desmoronando.

Antes de salir del departamento, él me preguntó- “¿por que viniste?” “¿Es que estás sintiendo algo por mí?” Yo le respondí, con una sinceridad desconocida, quizá porque estaba a punto de dejar el país y no me importaba lo que pensara, o talvez porque finalmente mi abuela decidió callarse para siempre, o porque se desvanecieron las sensaciones confusas, no sé, pero la respuesta salió espontánea: “No, nada de eso, creo que solo necesitaba un poco de sexo, eso es todo” El se quedó mirándome con sonrisa de satisfacción, como si encontrara algo exótico digno de mostrar y dijo, “mi familia debe conocerte”.

En efecto, fui invitada a la cena del shabat, con toda su judía familia en pleno, incluida la abuela. Ignoro lo que les dijo de mí, pero me dieron el trato de invitada de honor, de nuera predilecta, de doncella sin pecado, que es exactamente como yo me empezaba a sentir.

Bernarda Gui

martes, 6 de mayo de 2008

Un punto para Disney




Jack Sparrow es un héroe de película algo peculiar sobre todo para Disney, es un bueno que traiciona a sus amigos, miente, es sucio y desconfiable, a pesar de su nombre no luce occidental, tiene el cabello rastafari y los ojos pintados al estilo hindú. Su comportamiento no es lógico, más bien algo infantil, caprichoso, impredecible y con ciertos amaneramientos en los gestos. No es la figura típica de un héroe de películas para niños pero en ningún momento los espectadores dudan de la bondad del capitan Sparrow.

Los villanos tampoco son típicos, estos lucen colores claros y limpios, hablan con propiedad y respetan las leyes quizás porque ellos mismos las escriben, son de raza blanca y educados como Lord Cutler Beckett, quien es el Jefe de la East Indian Company, una transnacional que domina el comercio en todo el mundo y que sabe que tarde o temprano todos caerán bajo el poder del comercio y el dinero incluso los reyes y sus naciones. Beckett es un hombre que es extremadamente eficiente en su trabajo, sabe que hacer y no duda en hacerlo, es un ejecutivo implacable, siempre camina en línea recta hacia el siguiente escalón y pronto no habrá ningún escalón más que subir.

El secreto del éxito de la East Indian Company no está solo en su poder económico sino en que saber manejar las leyes (tanto las civiles como las morales) y hacerlas trabajar para su beneficio. Manejarlas incluye no creer ciegamente en ellas, ese es un escrúpulo que no pueden darse el lujo de tener, pues la fe en la legalidad siempre es para el otro, para el ingenuo que cree que la ley busca imponer justicia.

Sin embargo los sucios piratas que surcan los 7 mares de Disney no siguen las reglas y por tanto son una amenaza, así que por ley se condena a muerte a todo pirata y a todo a quien sea su cómplice o simpatizante, además se elimina el derecho a defensa a los sospechosos de piratería, así como su libre asociación y otros derechos… La ley es la ley y todos deben ayudar a cumplirla y el que no, será acusado de piratería… ¿No le suena conocido?

Jack Sparrow a pesar de sus defectos da muchas luces de humanidad, el no está seguro de nada pero al final del día acabará haciendo lo justo, no en términos de legalidad sino de su propia experiencia y sentir. En contraste, Beckett es tan perfecto que no es humano, para el la justicia es la del mercado, para tenerla hay que ganársela, ningún profesor de management podría reprocharle nada, es más, podría ganar millones dando conferencias alrededor de mundo y no se diga de vender libros de superación personal. ¿Moraleja? No se si la hay, vea usted la peli y ahí me cuenta. A mi me pareció buenísima.

Francisco Barreto

lunes, 5 de mayo de 2008

Defensa de la mediocridad


Odio darle la razón a quienes desprecian la teoría de Darwin sobre la evolución, pero resulta que, de ser cierta, más de la mitad de los que poblamos el planeta ni siquiera deberíamos estar aquí. Según el venerable barbudo, sólo prosperan las especies más aptas, las más fuertes, las que se adaptan, en una palabra las triunfadoras. Yo digo que no, digo que las que sobreviven son las mediocres.

El discurso de moda habla de buscar la excelencia, habla de éxito profesional, familiar, social, económico, etc; la lógica de la educación actual no es formarnos para aportar a la sociedad sino para sobresalir y llegar a la meta antes que cualquiera, si nadie más que nosotros lo logra, mejor. La competencia es común a las especies, pero la nuestra elevó ese rasgo a valor supremo que acciona todos los demás, gracias a eso trabajamos el triple y ganamos la mitad con la promesa de tener el premio al final de la meta. Como llegar al paraíso más o menos. Lo que vale cuesta, lucha por alcanzar tus metas, la justa recompensa a nuestros esfuerzos, son frases que oímos muy seguido, y en los últimos años se posicionaron como una especie de mantra que nos acerca a la victoria y la felicidad.

Pero veamos, si sólo unos pocos ganan y los demás se quedan pasmados, no pasará mucho antes de que los perdedores, los mediocres, se cansen de tanta perfección de los ganadores, se organicen y finalmente les suenen a los sobrados que están arriba. Esto puede sonar a comunismo o anarquía, pero son solo dos niveles dealgo más grande. Si se refina la premisa evolutiva quedará una sola especie dueña de todo y recién ahí se dará cuenta de que los demás “si han servido”; es un poco lo que nos está pasando a los humanos ahora, nuestro error consiste en creer que somos la cúspide de la evolución. Capaz que lo mismo pensaron los dinosaurios…

Yo digo que el equilibrio natural del planeta es la mediocridad porque no aspira a demasiado, no trata de acumular y se conforma con lo que venga. La mediocridad es noble porque no se enoja cuando el otro gana, es desprendida porque no le interesa poseer más allá de sus necesidades. También es pacífica, pues nunca peleará a muerte por cosas que finalmente se podrían conseguir de otra manera, y esa búsqueda del método alternativo y más cómodo le dota a la mediocridad de un espíritu creativo.

Personalmente no me preocupa pasar a la historia del diseño, del arte o la fotografía, no quiero tener el blog más leído, acepto que será difícil rodearme de las mujeres más bellas y comer todos los días en los mejores restaurantes. Lo que tengo ahora está bastante bien y trabajo lo razonable para tener algo más aunque no estoy dispuesto a sacrificar mi salud y mi familia por alcanzar el éxito profesional, para qué si lo que hago me gusta y funciona muy bien, prefiero mejorar a mi ritmo y buscar un otros caminos a ganarme un premio (salvo el lotto), trato de ver el costo-beneficio con parámetros menos monetarios y confío en que mi mediocridad ayuda a mantener el equilibrio universal.

Serán argumentos mediocres pero no importa, escribir un gran editorial tampoco estaba en mis planes.