lunes, 12 de mayo de 2008

Gotitas de optimismo


Ante algunos comentarios acerca de mi creciente amargura, le ofrecí al consejo editorial de este blog emprender un tema más optimista, o más bien, enfrentar el tema como lo haría Bob Esponja y no como Calamardo.

Y una vez puesta la condición vino la dificultad, porque descubrí entonces que, en realidad, no es que esté amargado sino que SOY un amargado. Amargado vocacional, cabe aclarar, pues la vida no me ha tratado tan mal como para estar echando azufre por los poros cuando todavía estoy en edad de merecer. Pero me estoy desviando del tema, el cual aún no defino, por lo que quise empezar a llenar espacio con esta pequeña reflexión autoafirmativa. Así que me puse a ver sobre qué evento especial o maravilloso puedo escribir que saque lo mejor y más alegre de mí, y lo primero que me vino a la mente fue, ofcors, el día de la madre, pero sucede que mi mamá vive fuera del país así que no podía celebrarle, igual su computadora está llena de virus y no iba a poder leer el sencillo pero tierno homenaje que hubiera podido escribirle. Mi mamá tiene una PC, o lo que es lo mismo, tiene una compu llena de virus, encima que no se demoran nada en colgarse y son estéticamente atroces, por decir lo menos.

Pero como no quiero sonar amargado, mejor busqué otro tema. Pensé entonces en la interesante coyuntura política que vive nuestro país y la mayoría de América Latina, con el triunfo del cura Lugo en Paraguay y lo guapa que está Cristina Fernández. Ahí sí que hay mucha tela que cortar, por ejemplo puedo hablar de los artículos que está aprobando la Asamblea, que está tocando temas postergados hace tiempo y está buscando repartir un poco mejor las cartas; o sobre el plan vial que invertirá millones para construir puentes a lo largo y ancho del país, reconstruir carreteras y ampliar otras. Después abrí El Comercio y me acordé del continuo ataque de los medios de comunicación al proyecto de Correa y Alianza País y ya me iba a sulfurar… pero para hablar de la coyuntura política mejor le cedo espacio al Andrés Chiliquinga, que hasta su propio movimiento político tiene. A mí ni me invitó a unirme, pero de gana vamos a hablar de cosas feas.

Después de mucho bregar y luchar contra mi consuetudinaria amargura, encontré finalmente algo bueno qué decir, algo sobre una gran película que vi recién: Persépolis. Es la historia de una niña iraní que narra cómo la historia del país afecta a su familia y a todo su entorno, pero no solo eso. Usando casi exclusivamente el blanco y negro, se da el lujo de hablar de religión, infancia, dolor, familia y crecimiento, con un estilo super sencillo pero elegantoso. Aparte del humor, los agudos comentarios de Marjane, la protagonista (que de paso se ha sabido llamar como la autora del cómic original, Marjane Satrapi), hacen que la guambra nos caiga bien apenas abre la boca, y no se diga la energía y convencimiento que pone tanto para convertirse en profeta igual que para perseguir a un supuesto enemigo en bicicleta. En el fondo, más allá de la reflexión política, vemos pasar los trajines de una vida como muchas, con todo lo bueno y lo malo que puede tener, con la diversión, la bronca, la negación y la soledad pero también con el calor de familia, con el sentido de pertenecer a algún lugar y el cable a tierra que significa el darse cuenta que todo vale la pena vivirse. Ya empecé a sonar a libro de autoayuda así que mejor me autocensuro, no vaya a ser que se me pase la acidez y eso sí me daría mucha pena.

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