martes, 27 de mayo de 2008

La Inqui5ici0n Dig1tal


En la película “Gracias por fumar”, el Senador Ortolan Finistirre, principal perseguidor de los fumadores y las empresas del tabaco, sale mal parado cuando trata de acorralar al vocero de éstas, Nick Naylor, quien finalmente limpia su nombre y sale airoso, como debe suceder con todo héroe de película gringa que se precie. Perdida la batalla, el Senador acude a una entrevista donde da a conocer su nueva estrategia: “poner al día a las películas antiguas” removiendo los cigarrillos que aparecen en ellas. Así, cuando vemos la trasgresora imagen de Marlene Dietrich usando un esmoquin con sombrero de copa, en lugar de sostener un cigarrillo en su mano, tendrá una jarra de café con una carita feliz.

Siendo una comedia, me pareció un recurso interesante que daba cuenta del carácter histérico del Senador, quien no duda en arruinar obras clásicas del cine para alcanzar sus fines, como una especie de legado para las futuras generaciones. Al ser cuestionado sobre si esto no sería una manera de alterar la historia, responde que mas bien están mejorando la historia. Divertido. Por eso no pude evitar que se me vaya la quijada al piso y la bilis al techo cuando me enteré de que realmente existen empresas dedicadas a mutilar películas, y no solo antiguas, por medios digitales. Al parecer, si a cualquier grupo moralista o radical le ofende un desnudo, un vaso de whisky, una gota de sangre, una gorda caminando al fondo del cuadro, puede encargar a una de estas empresas que remueva la imagen pecadora y la reemplace con algo agradable a los ojos del señor… que paga por tal cirugía. Al parecer, las leyes gringas permiten este tipo de alteraciones pues no solo sirven para salvar almas sino que, por este medio, uno puede apropiarse de cierta porción de los derechos de autor de estas obras. Imagínense: si tomamos Titanic y reemplazamos digitalmente a Di Caprio con el Cholito y a Kate Winslet con Flor María, los derechos de distribución en Ecuador nos harían millonarios, al menos hasta que la piratería se apodere de una copia.

Ya sea por intereses económicos, religiosos, políticos o de salud, me parece que estamos ante el renacimiento de cierto espíritu de inquisición, en el que unos cuantos iluminados deciden por nosotros qué es lo que nos conviene, qué debemos ver y qué merece ser desechado, qué cosas son correctas y cuáles son impuras y por tanto dignas de desaparición, igualito que la quema de libros nazi o la quema de discos de los Beatles, ambas promovidas por gente demasiado susceptible a la diversidad, partidarios del fuego purificador que garantiza la uniformidad y la obediencia ciega.

Si bien el doblaje de películas es ya un tipo de alteración, a veces insoportable como el doblaje español, por lo menos teníamos el consuelo de que se respetaba en lo posible el texto y que podíamos disfrutar en buena parte de la obra original. Ahora corremos el riesgo de ver algo totalmente distinto a lo que nos quiso proponer el director, principal responsable de la obra cinematográfica, gracias a la “creatividad” de productores, marketineros, censores y programadores, Tribunal del Santo Oficio en clave digital. Sé que esto tampoco es novedad, los dueños de la bondad y la belleza abundan, lo que me asusta es que, en pocos años, me vaya a encontrar en la tele una escena en la que Luke Skywalker le corta la mano a Darth Vader usando solo un baguette. Diosmelibre.

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